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Dalai, lagunero de 19 años aprendió a reparar motores por internet: “Mi taller aún no existe, pero mi sueño sí”

Dalai, lagunero de 19 años aprendió a reparar motores por internet: “Mi taller aún no existe, pero mi sueño sí”

🔸 Equivocándose, investigando y repitiendo, Dalai halló en la constancia su mejor maestro; sin uniforme ni título, pero con una pasión firme como el acero.

#TORREÓN | Dalai Emanuel Díaz Fraire, el lagunero forja su destino entre llaves, bujías y esperanzas. Con tan solo 19 años, ha logrado lo que muchos apenas se atreven a imaginar: devolverle la vida a un motor con la fuerza de su pasión, enseñanzas de su padre y el conocimiento que ha sabido arrancarle al internet.

Su pasión por los autos brotó desde la infancia, “desde que tengo memoria me gustaron”, dice con sencillez. Su niñez estuvo poblada de carritos, películas de carreras y tardes en las que la mecánica era más un juego que una tarea. Hoy, ese juego se transformó en vocación, y en cada engrane que revisa se escucha el eco de un niño que nunca dejó de soñar.

No terminó la carrera técnica que empezó, dos años de estudio truncados por dificultades económicas, pero eso no lo detuvo. Aprendió haciendo: equivocándose, investigando, repitiendo. “Todo lo que sé lo aprendí haciéndolo”, afirma.

Sus mejores maestros han sido el error y la constancia. Así, sin títulos pero con talento, ha logrado lo impensable: reparar motores, cambiar transmisiones y ganarse la confianza de vecinos y amigos que ya no dudan en dejarle sus vehículos.

Dalai no vive aún de la mecánica. Por ahora, trabaja como mensajero en un laboratorio, transportando muestras de sangre de un punto a otro, como si llevara dentro de esas cajas pequeñas porciones de vida. Pero en cuanto tiene oportunidad, vuelve a lo suyo: lavar un coche con esmero, ajustar un freno con precisión, cambiar aceite con cariño. Y en cada acto sencillo, refuerza el lazo entre su vocación y su porvenir.

“Mi sueño es tener mi propio taller, uno donde los clientes se sientan seguros de dejar su coche conmigo”, confiesa. No busca lujos, ni fama, ni escaparates; quiere un espacio donde su esfuerzo tenga casa, donde cada reparación sea también un acto de confianza mutua, un ritual entre el hombre y la máquina.

Su mayor logro hasta ahora fue devolverle la vida a un motor. Lo armó, lo encendió, y rugió. Como si ese motor supiera que quien lo tocó no era un técnico común, sino un joven con manos de mecánico y corazón de soñador. También logró cambiar una transmisión con apenas nociones básicas, y no solo funcionó, sino que lo hizo a la perfección. “Fue un orgullo enorme”, dijo.

Dalai Emanuel camina cada día entre autos, sueños y sacrificios. No lleva uniforme de taller ni título enmarcado, pero posee algo más valioso: una pasión firme como el acero y un espíritu que no se oxida. Y en esta ciudad donde todo parece correr, él se detiene, escucha al motor y le devuelve su voz. Porque sabe, como pocos, que también los coches, como los sueños, necesitan quien los haga andar.

#Joven #Aprendió #Reparar #Motores #Internet

Admin

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